lunes, 4 de julio de 2016

Ella siempre esta allí 1

Quiero empezar este blog, en el que voy a ir publicando mis pequeños relatos e ideas que me pasan por la cabeza, con la primera entrada de una serie de relatos ambientados en los problemas de pareja.
Problemas, tan desgraciadamente actuales. Serán casos similares, con personajes diferentes y diferentes conclusiones. Espero sean de vuestro agrado.

ELLA SIEMPRE ESTA ALLÍ

    La noche estaba avanzada y los vapores del vino hacían sucumbir su mente en un sopor letárgico donde la conversación vagaba en un rumor lejano y una serenidad impasible dormía los sonidos y apagaba la comprensión, pero a su vez, de una manera extraña, casi mágica, relanzaba los otros sonidos, tal vez una puerta cerrándose e incluso las conversaciones de las otras mesas.

   Dos centenarias encinas cubrían el cielo y entre sus frondosas ramas se colaba el brillo de la luna, dibujando pequeños destellos sobre los adoquines. Pequeños jerolíficos que brillaban y cambiaban al ritmo que la brisa mecía las hojas de las encinas.

    Con su copa de vino en la mano, quedo prendido del mágico baile de las plateadas marcas, y justo cuando llevaba la copa a sus labios, en un fugaz instante, la vio. Vio su rostro formado por sombras plateadas sobre el suelo oscuro. Levantó su mirada hacia el cielo, más allá de las ramas, y un rayo de luna le hizo parpadear.

    Bajó su vista hacia el carmesí vino ondeando en la copa. La dejó sobre la mesa y debajo un billete para pagar. Se levantó sin decir palabra. Se encaminó hacia su casa, sin prisa pero con la ansiedad de quien siente la necesidad de algo urgente e ineludible.

    Llegó a la puerta de su casa. Golpeó quedamente con los nudillos. Llevaba las llaves en el bolsillo. Sabía que no tenía derecho a entrar en esa casa. No sin permiso. Ya no.

    Ella abrió la puerta y su inicial sonrisa se borró, pero no con desánimo, y solo un segundo después su mueca se suavizó. Ofreció una nueva sonrisa, inocente y sincera.

    ¿Has vuelto a perder las llaves?

    No.

    ¿Entonces?

    El se quedó callado, su mente volaba rápidamente hacia el pasado ¿Cómo se puede pedir perdón por todo el daño hecho durante años?

    Los recuerdos pasaban ante él a vertiginosa velocidad. Cómo pedir perdón?

    Años de insultos, desprecios y humillaciones.
   
    Años de golpes.

    Ella siempre estaba allí.

    Cuando él llegaba ofuscado por su trabajo. Él la llamaba inútil.

    Ella siempre estaba allí.

    Cuando él, noche tras noche, llegaba ebrio y encolerizado. Él la golpeaba.

    Ella siempre estaba allí.

   Cuando él necesitaba placer y desahogo. Él la usaba y luego la apartaba.

    Ella siempre estaba allí.

    Necesito ayuda. Dijo él, en un susurro.

    ¿Que te ocurre?, ¿te ha pasado algo?

    Si, acabo de descubrir quien soy, mejor dicho, que soy y no me gusta. Ayudame por favor.

    No te entiendo.

    Quiero pedirte perdón por todo lo que te he hecho, y no se como hacerlo.

    ¿Perdón?.

    Se que no lo merezco, pero necesito pedírtelo.

    No tienes que pedirlo, solo buscarlo.

    ¿Cómo?.

    Ahí. Dijo ella, apoyando su mano sobre el corazón de él.

    Él se estremeció al contacto de su mano y algo despertó en su interior. Algo años atrás apartado y desterrado miserablemente.

    ¿Por que he llegado a convertirme en esto?

    Ella le acarició el rostro, con ternura. Él estaba confuso, avergonzado.

   Ella se volvió, y mientras cerraba la puerta, con una lágrima de esperanza en sus ojo, le dijo. Estaré viendo la televisión como siempre, te esperare.

    Él aún más confundido, se quedó observando la puerta, pero algo, ¿nuevo? había dentro de su corazón, algo largamente olvidado.

    Buscó las llaves en el bolsillo.

    Con mano temblorosa abrió la puerta. En el salón se oía la musiquilla de un anuncio de la televisión. Cerró la puerta con cuidado. Entró en el salón. Ella estaba en el sofá viendo la televisión.

    Con un temblor en la voz él dijo. Buenas noches, siento no haber llamado para decir que llegaba tarde.

    Oh, tranquilo cariño, imagine que estabas con los amigos.

    Se sentó a su lado. ¿Que tal el día?

    Bien, como siempre, ¿y tu?.

    Yo, no se. Se la quedo mirando. ¿Crees que podemos empezar de nuevo?

    Yo si, ¿tu quieres?

    Por favor.

    Se acercó a él. Sus labios se juntaron en beso fugaz.

    Él la abrazó y sobre sus mejillas corrieron lágrimas.

    ¿Cómo puedo pedir perdón?.

    No puedes, lo tendrás que buscar día a día.

    Lo haré el resto de mi vida, te lo juro.

    Ella le miró a los ojos, y sonrió como hacia años que no lo hacía.

   Te creo.

    Se besaron con pasión, como cuando eran unos jóvenes novios.

    Años más tarde, una noche que ambos estaban sentados en la terraza de un bar, observaban con ojos de felicidad, como la oscuridad del suelo era rota con intermitentes destellos de la luna que dos ancianas encinas dejaban pasar a través de sus frondosas ramas.

    Él, cogiéndole de la mano, le preguntó. ¿Por que aguantaste tanto?.

    Ella sonrió y mirándole con sus brillantes ojos le contestó.

    A veces las mujeres somos unas ingenuas que siempre creen que el hombre volverá a ser el de antes. A veces pasa, otras muchas no. En realidad, sois vosotros los que tenéis que querer. Y como diríais vosotros, hay que ser muy hombre para reconocerlo. 



    


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