domingo, 11 de diciembre de 2016

Apariencias

   Tenia los ojos y la mirada de un loco, el rostro contraído como un loco. Sus gestos y ademanes, muchas veces rápidos e inconexos eran los de un loco. Sus cambios repentinos de humor, tan pronto reía,  lloraba o se enfurecida eran los de un loco.

    Tenia toda la apariencia de un loco.

   ¿Por qué cada vez que me miró en el espejo, pregunto lo mismo?,¿ eres tu el loco, o soy yo?.

 

sábado, 10 de diciembre de 2016

martes, 6 de septiembre de 2016

Navegante 1

  Soy navegante de segunda, debería de ser de primera, no solo por haberme licenciado con el número uno de mi promoción en la academia de Salou, la más prestigiosa del planeta, sino por la cantidad de viajes en los que he participado. Pero los capitanes para los que trabajo, obligados por el sindicato a contratar un navegante para los viajes interestelares, solo contratan a navegantes de segunda, o mejor dicho contratan a los de primera pagando el sueldo de segunda. Es lo de siempre, o lo coges tú, o hay mil detrás tuyo esperando. Los antiguos contratos de un día, los han vuelto a aplicar, actualizándolos y dicen que un día luz es un día. Así que trabajo por días, días luz o lo que viene a ser lo mismo viajes de millones de kilómetros por unas pocas pesetas.

Y como somos los únicos tan chalados y tozudos para hacer esos viajes, las pesetas llueven por estos lares. Por cierto las pesetas, siguen siendo rubias como en la época de ese tío que llamaban Paco, o de un tal Juan no sé qué primero, pero ahora son del bonito color del oro.



                Si, pesetas, hace un par de siglos la Unión se fue a freír espárragos, y cada país tiró por su lado, pero ahí no acabo todo, dentro de cada nación las diferentes regiones, autonomías y como se llamaran en cada lugar, también se independizaron y el que más pudo más se llevó por delante.

               

                 En mi tierra, en Aragón, tuvimos la suerte o la desgracia, del nacimiento de Ramón Cabezón de la Sierra, nuestro más insigne político. Aun se estudia en todas las universidades de este y otros planetas, el cómo consiguió hacer de Aragón una superpotencia.

                Aquí, ahora  lo tenemos claro, el amigo Ramón, era un político avispado, es decir, que se las sabia todas, las buenas y las malas. El caso fue, que con artes poco éticas, podríamos decir que nada que otro político no hubiera hecho con anterioridad, chantaje, extorsión, prevaricación…,  se hizo con el rio Ebro, de punta a punta, desde su nacimiento en Cantabria hasta su desembocadura en el Mediterráneo. Se rieron de él, lo tomaron por loco y aquí se le tomo por un majadero que iba a arruinar Aragón más de lo que ya estaba.

                El caso es que consiguió dinero de no se sabe muy bien donde, unos dicen que drogas, otros que en unas tierras de Teruel encontró oro, y con todo ese capital, aparte de hacerse propietario del rio, lo amurallo y contrato suficientes mercenarios para que no se escapara ni una gota. Más tarde inundo media región con pantanos y embalses, si le hubieran dejado, Zaragoza, incluida la basílica del Pilar estarían ahora a remojo. Los catalanes del delta echaron humo, los ecologistas lo querían fusilar y la mitad de los aragoneses lo hubieran despellejado vivo, pero él siguió a lo suyo.

                Años más tarde paso lo que se estaba anunciando desde el siglo XX, y el cambio climático nos trajo una sequía de aúpa, y mira por donde el agua empezó a valer ya no su peso en oro, sino en poder, en muchísimo poder.

                Así es como los catalanes a cambio de unas botellas de agua, por cierto almacenadas hacia unos cuantos años, nos dieron media provincia de Tarragona, el valle de Aran y si el tío Ramón se hubiera empeñado hasta la estatua de un tal Messi, que allí y entonces era casi un dios.

 Los valencianos nos ofrecieron Benidorm, pero Ramón les dijo que con Salou ya teníamos lo que por derecho pertenecía a las familias aragonesas de antaño, y que tanto mar y tanta playa sería perjudicial para nosotros.


                De alguna manera, sin que nadie se enterara, había hecho construir un canal subterráneo desde Aragón hasta Extremadura, que cuando abrió el grifo, nadie dudo en apoyar a la unión de las dos regiones. Para explicar esa extraña decisión, basta con decir que la Marcela, esposa del Ramón, era cacereña. Así pues, hoy día, existe una carretera elevada que une Aragón y Extremadura, aunque casi nadie la usa ya, pues hace más de cien años que ya no se construyen vehículos con ruedas, a no ser esas bicicletas que usan algún que otro excéntrico amante de la antigüedad y unos lunáticos que dicen ser deportistas ecosostenibles. No me preguntéis que es eso, pues ni los más prestigiosos psicólogos han conseguido dar con una  explicación razonable a semejante majadería.
                Con todo ese dinero, poder y sus métodos bastante amorales, pero convincentes, el Ramón, no solo consiguió hacerse el amo de media España, Portugal y todo lo que se le puso por delante, sino que además consiguió hacer firmar hasta a los chinos, coreanos del norte y del sur, y a la superpotencia americana de Honduras, un contrato por el cual todos los viajes fuera de la Tierra debían de pagar una suculenta comisión a nuestra querida nueva nación aragonesa.

                Tan enorme es esa comisión que les sale más barato contratarnos que hacerlo por su cuenta, y eso que somos tan avaros y codiciosos que nuestras tarifas son gurtelianas, sea lo que sea lo que ese palabro quiera decir,

                

jueves, 14 de julio de 2016

Ella siempre está allí. y 3?

                La noche transcurría de forma anodina, habían quedado en la terraza del bar de siempre, como acostumbraban a hacer desde sus años de juventud. Uno de sus amigos no levantaba cabeza, y con la copa de vino en sus manos no hacia otra cosa que observar el suelo de adoquines, en el que se veían los reflejos de la luna bailando. El otro era el que desde hacía años había estado alimentando un agrio humor, que en esos últimos días llegaba a ser exasperante.

                Mi mujer es estupenda. Dijo con aire de superioridad, pues conocía muy bien el estado en el que se encontraban los matrimonios de sus dos amigos, el uno era casi un alcohólico, maltrataba y humillaba a su mujer tanto en privado como en público, un día si y el otro también. El otro, el del humor agrio, aunque en público agasajaba a su mujer y a su hija, se sabía de sobras, que en la intimidad del hogar machacaba a ambas, y se rumoreaba que había llegado a abusar de la niña.

                Él nunca hubiera llegado a ninguno de los dos casos, primero no probaba nunca el alcohol, y segundo el abusar de una menor y además familiar hubiera sido una aberración, además él nunca había tratado a su mujer de forma grosera ni la había maltratado, ni en público ni en privado. Pues como decía su agriado amigo, quien no le había dado algún sopapo a su mujer en alguna ocasión. Eso no es maltrato, es como quien le da un cachete a un niño rebelde, solo en alguna ocasión y con buen criterio había puesto la mano encima de su mujer.

                Recordaba esos casos aislados, como aquella vez que se compró una minifalda, y pretendía salir con ella puesta a la calle, una pequeña bofetada y unas tijeras bastaron, y no hubo más problemas. También aquella vez en la que quiso apuntarse a un gimnasio y ya había comprado unas mallas tremendamente sexis, que a él le hubiera gustado conservar y que ella las luciera en la intimidad, pero él sabía ser severo cuando la ocasión lo recomendaba y un buen revés y las tijeras de nuevo acabaron con semejante idiotez.

                Después de los casi quince años de casados se habían sucedido esas pequeña desavenencias que él había sabido cortar sin más problemas. Pero esa noche, sentado en la terraza del bar con su zumo de piña en la mano, mientras elogiaba la cena que sabía iba a tener preparada a su llegada, recordaba la última, para él, pequeña desavenencia doméstica.
                Había sido la noche anterior, cuando ella sugirió, el irse a celebrar el cumpleaños de una de sus estúpidas amigas, a un bar de copas, y además de noche.

                Reconocía haberse pasado un poco, y que le golpeo con un poco más de fuerza de lo habitual, pero tan descabellada idea merecía una respuesta más contundente. Ese ojo morado e hinchado, sería suficiente recordatorio durante bastante tiempo.
                Su amigo, hoy silencioso y con cara de muerto, se levantó sin decir nada, y dejando la copa de vino sin tocar con un billete debajo, se marchó igual de silencioso.

                  Este sí que tiene un buen problema con la bruja esa. Comentó el otro en voz baja.

   Si, su mujer lo odia a muerte. ¿Sabías que él le pega?  Dijo él, interrumpiendo un momento las alabanzas a su propia esposa.

               Bah, no será para tanto, además quien no le ha dado algún sopapo a su mujer. Dijo el agriado. Era una de sus frase favoritas en los últimos tiempos.

                Bajo su cabeza y apuro su zumo de piña. se recostó  en la silla con el pensamiento en su mujer. Ella es diferente, es amable y dulce conmigo, siempre me espera a comer o cenar, ella siempre está allí, es su deber y ella lo entiende.

                Bueno, esto se muere. Mejor me voy a casa, empiezo a tener hambre. Adiós.

                Adiós. Le contestó y extrañado observó la rara mueca de satisfacción que mostraba en su rostro.

                Se levantó sin prisa, estaba a gusto, allí sentado. Paseó despacio por las calles en semioscuridad, deleitándose con la suave brisa veraniega que le tocaba el rostro. También se deleitaba pensando en la dulce velada que le esperaba, una buena cena, la agradable compañía de su esposa, y si no estaba demasiado cansado un poco de sexo para acabar. Después de cada pequeña discusión hogareña, sabía que su esposa se esmeraba con todos los detalles que a él le gustaban, y si su instinto no le engañaba, esta noche iba a ser para recordar.

                Subió las escaleras con premura, y conforme se acercaba al tercer piso, su olfato jugueteaba con los posibles aromas que encontraría al abrir la puerta de su domicilio.

                Abrió la puerta y lo primero que le sorprendió fue la ausencia de luz, ninguna lámpara encendida, ni siquiera la blanca de la cocina. Antes de llegar a llamar a su mujer, un silencio le golpeo con fuerza. Fue encendiendo todas las luces de la casa conforme pasaba de una habitación a otra. Nada, el silencio seguía invadiendo la vivienda. De repente una certidumbre, más dolorosa que cualquier otra sensación que hubiera sentido nunca, le invadió, dejándolo paralizado en medio de su dormitorio y un creciente pánico se fue apoderando de su mente.

                El armario abierto de par en par, solo ropa masculina pendía de los colgadores, los cajones unos a medio abrir y otros casi descolgándose de sus guías, parecían haber sido saqueados.

                Como un sonámbulo fue hasta la sala de estar y allí se dejó caer pesadamente en uno de los sofás. Maquinalmente, cogió el mando de la televisión y la puso en funcionamiento.

                La musiquilla de un anuncio volaba por la sala y a él le parecía que el silencio era tal, que esa mísera melodía se perdía en el camino entre la televisión y el sofá.

Así estuvo durante horas, mirando el televisor sin ver, dejando que el sonido del aparato llenara la habitación pero sin lograr apartar el profundo silencio que desde las otras habitaciones pugnaba con apoderarse de todos los rincones de la casa.

                Cuando consiguió mirar con atención el televisor, se percató de la existencia de algo apoyado sobre ese jarroncito, que él le compro a ella por su ultimo cumpleaños. Era una hoja de papel, con algo escrito. Se levantó casi de un salto y atrapo la cuartilla con desesperación. Ávidamente leyó, aquella letra limpia y elegante, era de su esposa.

                Solo una frase, cruel y aterradora para él. Me voy, no soy tu esclava. No me busques.

                Años más tarde un hombre cabizbajo paseaba solo. Al pasar por aquella terraza donde solía reunirse con sus amigos, vio una pareja que se daban cariñosamente la mano y se miraban con ternura a los ojos mientras hablaban entre susurros. Creía reconocer en aquel hombre a ese amigo suyo tan silencioso, pero no podía ser él, este tenía cara de felicidad, algo que no recordaba en su amigo, pero aun así parecía él.

                Se alejó del bar, pensando en esa pareja, y en las respuestas que llevaba años buscando, e intentando comprender que había hecho mal. Siguió andando con sus confusos pensamientos hasta que sin saber porque, se quedó parado frente a una tapia llena de pintadas.

                En una de ellas con letras pequeñas y casi borradas por el agua rezaba lo siguiente: el amor no se impone, se gana con amor.
               


               



viernes, 8 de julio de 2016

Ella siempre está allí 2

    La conversación de sus amigos no era muy amena esta noche. Uno no decía palabra y estaba como embobado mirando al suelo, el otro no callaba. Que si su mujer esto, que si su mujer lo otro. Estaba harto, tal vez fuera envidia. A él no le gustaba hablar de su mujer.  Es más,  odiaba a esa mujer, y todavía odiaba más a esa pequeña comadreja que era su hija.

    Entre copa y copa de vino, recordaba, no sin satisfacción,  la discusión de la noche anterior. Ella se había atrevido a ponerle la mano encima. Ella le había pegado. Ya había sido el colmo de la impertinencia. Se desquitó de buena manera, incluso se había llegado a hacer daño en el puño. Y esa mocosa con sus trece años de mierda se creía  que podía  recriminarle algo. También se fue a dormir con una buena tunda.

    Lo mejor de esas discusiones era el después. Excitado, recordaba como ella había estado sumisa y le había proporcionado el mejor de los placeres. Había quedado extenuado. Ahora se relamia solo de pensar en lo que iba a hacer esta noche.

    Claro que lo mejor estaba por llegar, cuando esa niñata tuviera un par de años más y se hubiera formado su cuerpo un poco más. Pensando en ella ahora, siendo aún una niña, le hacía parecer un degenerado. Pero con quince o dieciséis años, quien mejor que su padre para enseñarle todo lo que una mujer debería de saber.

   Su amigo el silencioso se levantó y colocó un billete debajo de la copa sin haberla probado. Se marchó sin decir palabra.

   Este si que tiene un buen problema con la bruja esa. Comentó en voz baja.

   Si, su mujer lo odia a muerte. ¿Sabias que él le pega?.  Dijo el otro, interrumpiendo un momento las alavanzas a su propia esposa.

    Bah, no será para tanto, además quien no le ha dado algun sopapo a su mujer.

   El otro bajo la cabeza y sin decir nada apuro su zumo. Se recostó en la silla y quedó pensativo.

    Bueno, esto se muere. Mejor me voy a casa, empiezo a tener hambre. Adiós.

    Adiós.

    Se levantó y con una sonrisa de satisfacción  pensando en el futuro inmediato, se dirigió hacia su casa.

    Al llegar a su portal vio encendidas todas las luces de su casa. Esto ya era demasiado. Como ella no paga la luz. Se iba a enterar de una vez por todas.

   Subió las escaleras, hecho una furia, y mientras buscaba las llaves en el bolsillo, se le ocurrió la idea de entrar con sigilo y pillarlas de golpe. Menuda sorpresa se iban a llevar esa pareja de zorras.

    Abrió lo más silenciosamente que pudo e igualmente cerró la puerta. Enseguida captó una conversación entrecortada con sollozos, era su mujer y alguien chistaba intentando calmarla.

    Se acercó hasta la puerta entreabierta del salón,  y allí,  sentada en el sofá estaba su mujer abrazando a su hija y a su la lado una mujer que él no conocía.

    Yo no quería llegar a esto. Dijo su mujer. Pero mama, había que hacerlo o habría acabado matandonos. Contesto la niña.

    ¿Que había hecho esa pequeña puta?. Él empezaba a estar muy enfadado e iba hacer lo necesario para que se enteraran de una vez por todas, quien era el que mandaba en esa casa. Y en cuanto a la amiga, o lo que fuera, más le valía salir de allí por piernas, sino también se iba a llevar  lo suyo.

    Entró como una exhalación en el salón,  directo hacia su mujer con la mano ya preparada para darle el primer golpe. Su mujer solo tuvo tiempo de proteger a su hija de los golpes que preveía.

    Él solo tenia en su mente castigar a esa pareja de ingratas, y sin darse cuenta de lo que ocurría,  se encontró boca abajo en el suelo, con la rodilla de la otra mujer clavada en sus riñones. Cuando quiso empezar a forcejear y protestar, aquella condenada mujer le retorcía los brazos hacia atrás y a la vez que le colocaba unas esposas decía algo de que estaba detenido.

   Años más tarde, un hombre con el ceño fruncido por el odio, salía de la cárcel.  Rumiando su odio, había pasado cinco años entre cuatro paredes y rodeado de las más indecentes personas que pudiera haber. Recordaba con amargura, los días posteriores a su detención,   el maldito juicio, en el que hasta su abogado lo miraba con desprecio. Allí, durante esos días vergonzosos, se había enterado que  su maldita hija había llamado a ese condenado número de protección a la mujer, e incluso a la policía,  y por su culpa habían mandado a esa mujer que lo había detenido. También ella pagaría por haberle humillado delante de su familia.

    Pero esta vez, no iría a lo loco, no. Esta vez iba a tener paciencia, su vida ya estaba arruinada y el volver a la cárcel ya no le importaba. Esta vez lo planificará bien, tenia tiempo de sobras.

  Dejo pasar un mes, mientras le crecía la barba, y se afeito la cabeza para ser lo menos reconocible posible. Tras eso, empezó a vigilar su antigua casa, y después de unos pocos días,  supo ya como debía actuar. Iba a ser extremadamente fácil,  ella siempre estaba allí.

    Todas las noches alrededor de las once, una muchacha de unos dieciocho años, supuso que era su hija, salía del portal y después de seguirla unas noches, se convenció,  de que acudía a buscar al que debía ser su novio, a un restaurante cercano, y tras pasear y darse unos besos, él la acompañaba de nuevo hasta el portal, donde se despedían después de otros arrumacos. Así, calculó, que tenía más o menos una hora para encargarse de su mujer, y esperar la vuelta de su hija y acabar con ella, eso si, más despacio y más a gusto.

    La noche elegida llegó, apenas había una nube en el cielo, y la luna resplandecía iluminando hasta el último rincón de la calle. Él oculto en un portal proximo, miraba nervioso su reloj, esperando la salida habitual de la muchacha.  Pasados unos minutos de las once, la luz del portal se encendió,  e instantes más tarde salia la chica. Él salió de su escondite, y corrió silenciosamente hasta la puerta que se cerraba lentamente, si no lo conseguía tendría que esperar hasta la siguiente noche, no podía esperar más.

    Cuando la puerta estaba a punto de cerrarse, la empujó con vehemencia y estuvo a punto de caer en el interior del patio, debido a su impulso.

    Dejó pasar unos segundos, hasta que su respiración y su corazón se tranquilizaron.

    Subió las escaleras lo más serenamente que pudo. ¿Y si no abría la puerta?, ¿y si lo reconocía y llamaba a la policía? . Su mente se llenaba de temores, pero el ansia de venganza pudo más, y enseguida  descartó cualquier asomo de duda.

    Se plantó ante la puerta, llamó al timbre. Una voz desde el interior contesto. Un momento ahora voy. Siempre tan confiada la inútil de ella.  Pensó, con un asomo de indignación. Aunque no consiguió reprimir una sonrisa de satisfacción,  no se creía que fuera a ser tan fácil.

    El chasquido de un cerrojo descorriendose, le despertó de sus ensoñaciones, al menos hacia algo bien la desdichada.

    La puerta se entreabrio y una cara risueña se asomo. Hola, ¿qué quiere?.

    Él no la miraba a ella, solo observaba la apertura de la puerta, buscando la cadena de seguridad, no la veía por ninguna parte. A la vez que pensaba lo increíblemente fácil que estaba sucediendo todo, se avalanzó sobre la puerta y sin darle tiempo a ella ya la cogia del cuello con ambas manos. El empujón fue tan fuerte y repentino que hizo caer a la mujer de espaldas con el sobre ella sin dejar de apretar con sus manos sobre su cuello.

   Ella apenas si podía articular más sonido que un leve gazñido. La falta de aire en sus pulmones y la desagradable sorpresa la estaban paralizando,y en sus ojos solo había un inmenso  terror.

   Él notaba como la vida de la mujer se deslizaba entre sus dedos, y poseído de una excitacion creciente, redobló sus fuerzas, como si quisiera arrancarle la cabeza con sus propias manos. Apretaba los dientes con rabia y satisfacción, al final había llegado su merecida venganza.

    Una explosión de dolor le inundó  la cabeza, haciéndole soltar su presa, se deslizó como un muñeco de trapo, cayendo al suelo al lado de la mujer que tosia desesperada intentando hacer acopio de oxígeno.

   No entendía nada, y con esfuerzo consiguió apoyarse en un codo y levantar su cabeza. Una extraña neblina roja le dificultaba la visión,  pero a través de ella vio a una joven desconocida con algo en sus manos. Intento preguntar quien era pero, como si fuera una escena surrealista, vio como el objeto que aquella joven portaba se le acercaba lentamente.

   Esta vez, no hubo dolor, solo oscuridad. Cayó completamente inerte y por debajo de un espantoso zumbido escucho unas palabras lejanas.

    ¿Estás bien mama?. ... tranquila ya he llamado a urgencias.

     ¿Mama?, maldita sea, había vuelto antes de hora.

   ...ha sido una suerte que me quitará los auriculares a tiempo.

    Ella siempre había estado allí,  entonces aquella otra, ¿quien era?.

   El zumbido dejo paso a un silencio oscuro y frío.

   La joven llegó como todas las noches acompañada de su novio, y se asustó cuando en el portal de su casa vio con las luces encendidas, ambulancias y coches de policía. Echo a correr seguida del chico y al momento se tranquilizó viendo a sus padres hablar con uno de los muchos policías que se encontraban en el lugar.

 

miércoles, 6 de julio de 2016

Entre ron y estrellas 1

    Es bien sabido que en las cantinas de los puertos se escuchan historias, en ocasiones estas rozan la realidad, y es aún mejor sabido, que en la cantina del puerto de Calatayud se escuchan historias que avergonzarían al mismísimo John Silver, y cuando por allí asoma Mak el explorador, nadie pierde ni una coma de lo que cuenta.

    Así, un jueves por la tarde que no tenía nada mejor que hacer, me dirigí hacia la cantina, con la intención de tomar un par de vinos de tetra y prestar oídos a alguna disparatada historia.

    Mi sorpresa fue, al entrar en el garito de marras, encontrarme a Mak, rodeado de todos las parroquianos a punto de empezar una de sus extrañas historias, y he aquí lo que conto, tal cual.

    Andaba yo con mi recién estrenada nave, una Moby Dick 4.5, más allá de la nebulosa del caballo, cuando en mi radar aparece un sistema planetario, el 4528.79, y cuál es mi sorpresa cuando veo un planetilla, más azul que las cortinas de mi tía Cefe, disparo los sensores y ¡zas!, hay vida, rastreo y mira por donde, descubro ciudades tan grandes como Caceres - asentimiento general, y comentarios aludiendo el tamaño casi megafantástico de la ciudad extremeña - rastreo el resto del sistema y cada cosa que descubro me deja más anonadado aún, veo un planeta en forma de melón prtido por la mitad, pero no, no era eso lo más anodino, en su superficie plana de punta apunta hay una plataforma inclinada, varios miles de kilómetros de longitud y una burrada de altura, increíble.

    Un pequeño descanso, y Mak que mira penosamente su vaso vacío, y en seguida uno de los parroquianos más crédulos le alcanza otro vaso de ron verde de las Alpujarras. Sigamos dice, después de trasegar más de medio vaso de un solo trago.

    Pero escuchad. Dice bajando la voz. Lo más increíble fue descubrir... .Otro trago que dejó seco el vaso. Lo más increíble fue percatarme de que su sol era como una rosquilla.

    Comentarios de todo tipo y alguna que otra sonrisa.

    Así que, me dije, en este sistema hay muchos misterios, que yo tengo que conocer. Aterrice en un espacio puerto de la ciudad más grande que encontré. No hay que decir que las autoridades de ese planeta, que según ellos se llamaba Rocagrande, salieron a recibirme y agasajarme, pero yo iba a lo que iba, que es lo mío, descubrir todos los enigmas del espacio, y enseguida pedí reunirme con sus mejores científicos, a lo que accedieron sin demora. Arf, se me está quedando seca la garganta, que alguien traiga algo que me engrase el coleto.

    De nuevo el pardillo de turno se acercó con un nuevo vaso de color verdoso. Un buen trago y - esto esta mejor, um ¿por dónde iba?, ah si, los científicos.


    Enseguida quisieron saber de dónde venía, quién era y todo el rollo de todos los planetas habitados, pero yo corte por lo sano. Primero me vais a explicar lo del planeta melón, y lo del sol rosquilla.

    Así aun parecía que no les hacia mucha gracia soltar prenda, pero después de ponerme serio de verdad, ya sabéis como soy yo cuando me pongo serio.

   Los gestos disimulados no,lograron esconder las sonrisas en los rostros de los oyentes.

   Bueno, pues esto es lo que esos cabezas huecas me contaros. El planeta melón es todo hierro, puro y duro, así que lo cortaron en dos mitades, y con una de ellas fabricaron la plataforma inclinada. De otro planeta que rondaba por ahí, rondaba, porque lo usaron al completo, pues resulta que era todo él de caucho, lo convirtieron en una gigantesca goma elástica, que por las puntas sujetaron a la parte alta de la plataforma y después con cientos, vaya cientos no, miles de camiones la estiraron hasta la base, donde la sujetaron en tensión La leche,, dije yo, construisteis un tirachinas megagigante. ¿Y para qué narices queríais semejante armatoste?. Dijeron haber calculado que si lanzaban una nave con ese artilugio, y luego enchufaban los motores conseguirían superar la velocidad de la luz. Como cabras, si señor. No me quedaba otra que preguntar si había funcionado, a lo que me contestaron con euforia que había sido un éxito, a lo que mostré mi curiosidad por conocer a los pilotos que habían estado en tan descabellada misión. Por desgracia, dijeron, habían partido a tal velocidad que desaparecieron de sus radares en un visto y no visto, y aún estaban esperando su posible regreso.

    Lástima, dije yo, me hubiera gustado intercambiar impresiones con ellos, tras lo cual ya me despedía de ellos, cuando me acorde del oreo misterio, me di la vuelta y les pregunte, ¿cómo es que vuestro sol parece una rosquilla?, he visto muchos soles, de todos los tamaños y colores, pero no con esa forma. Bueno, me dijo uno de aquellos insignes científicos, la verdad es que no ha sido siempre así, lo que pasó es que cuando lanzamos la nave ultralumínica, bueno, nos falló un poco la puntería.

    Las carcajadas fueron ya incontenibles, pero Mak imperturbable, nos contestó. Sois unos ignorantes, si viajarais a lugares desconocidos del universo veriaís cosas realmente maravillosas a la vez que extrañas, pero para nosotros los exploradores no lo son, acostumbrados como estamos a tales maravillas.

   No me pude resistir, así que le pregunte a Mak, ¿y cómo cortaron ese planeta por la mitad?. Fácil, contestó, una sierra de mil pares y un par de naves para moverla, ingenioso, ¿eh?.

    Hay que reconocerle que viajar por el espacio puede deparar grandes sorpresas, o por lo menos, alimentar la imaginación hasta límites intergalácticos.



lunes, 4 de julio de 2016

Detalles

    Adolfo siempre había creído con determinación en los detalles. Detalles que mostraban al resto de la gente la importancia de quien los poseía.  Unos buenos zapatos italianos no era muy bueno, pues sólo las personas de su misma condición apreciaban ese detalle. La misión de los detalles era mostrarlos ante la gente normal, gente,en resumidas cuentas, que estaban en los escalafones inferiores.

    Un teléfono móvil de última generación y de marca prestig. Unas gafas de sol de marca bien visible o un enorme reloj suizo, a ser posible dorado eran otros buenos detalles. Otro detalle, imprescindible para Adolfo, era una buena cartera de piel. Una bonita cartera de piel, una bonita y cara cartera de piel.

    Adolfo se sacó la cartera del bolsillo interior de la chaqueta y la abrió.  La observó con detenimiento. Esa era una estupenda y cara cartera de piel, con sus apartados para las tarjetas de crédito,  para los carnets, especialmente los de socio de tal casino o de ese exclusivo club. Y por supuesto un magnífico apartado para el dinero.
No como esas carteras, donde excasamente  caben los billetes pequeños. En la suya cabían sobradamente los más grandes y en buena cantidad.

   Adolfo miro su cartera abierta. Ahora la cartera estaba completamente vacía.

    ¿A quien le importan ahora los detalles?. Pensó Adolfo.

Ella siempre esta allí 1

Quiero empezar este blog, en el que voy a ir publicando mis pequeños relatos e ideas que me pasan por la cabeza, con la primera entrada de una serie de relatos ambientados en los problemas de pareja.
Problemas, tan desgraciadamente actuales. Serán casos similares, con personajes diferentes y diferentes conclusiones. Espero sean de vuestro agrado.

ELLA SIEMPRE ESTA ALLÍ

    La noche estaba avanzada y los vapores del vino hacían sucumbir su mente en un sopor letárgico donde la conversación vagaba en un rumor lejano y una serenidad impasible dormía los sonidos y apagaba la comprensión, pero a su vez, de una manera extraña, casi mágica, relanzaba los otros sonidos, tal vez una puerta cerrándose e incluso las conversaciones de las otras mesas.

   Dos centenarias encinas cubrían el cielo y entre sus frondosas ramas se colaba el brillo de la luna, dibujando pequeños destellos sobre los adoquines. Pequeños jerolíficos que brillaban y cambiaban al ritmo que la brisa mecía las hojas de las encinas.

    Con su copa de vino en la mano, quedo prendido del mágico baile de las plateadas marcas, y justo cuando llevaba la copa a sus labios, en un fugaz instante, la vio. Vio su rostro formado por sombras plateadas sobre el suelo oscuro. Levantó su mirada hacia el cielo, más allá de las ramas, y un rayo de luna le hizo parpadear.

    Bajó su vista hacia el carmesí vino ondeando en la copa. La dejó sobre la mesa y debajo un billete para pagar. Se levantó sin decir palabra. Se encaminó hacia su casa, sin prisa pero con la ansiedad de quien siente la necesidad de algo urgente e ineludible.

    Llegó a la puerta de su casa. Golpeó quedamente con los nudillos. Llevaba las llaves en el bolsillo. Sabía que no tenía derecho a entrar en esa casa. No sin permiso. Ya no.

    Ella abrió la puerta y su inicial sonrisa se borró, pero no con desánimo, y solo un segundo después su mueca se suavizó. Ofreció una nueva sonrisa, inocente y sincera.

    ¿Has vuelto a perder las llaves?

    No.

    ¿Entonces?

    El se quedó callado, su mente volaba rápidamente hacia el pasado ¿Cómo se puede pedir perdón por todo el daño hecho durante años?

    Los recuerdos pasaban ante él a vertiginosa velocidad. Cómo pedir perdón?

    Años de insultos, desprecios y humillaciones.
   
    Años de golpes.

    Ella siempre estaba allí.

    Cuando él llegaba ofuscado por su trabajo. Él la llamaba inútil.

    Ella siempre estaba allí.

    Cuando él, noche tras noche, llegaba ebrio y encolerizado. Él la golpeaba.

    Ella siempre estaba allí.

   Cuando él necesitaba placer y desahogo. Él la usaba y luego la apartaba.

    Ella siempre estaba allí.

    Necesito ayuda. Dijo él, en un susurro.

    ¿Que te ocurre?, ¿te ha pasado algo?

    Si, acabo de descubrir quien soy, mejor dicho, que soy y no me gusta. Ayudame por favor.

    No te entiendo.

    Quiero pedirte perdón por todo lo que te he hecho, y no se como hacerlo.

    ¿Perdón?.

    Se que no lo merezco, pero necesito pedírtelo.

    No tienes que pedirlo, solo buscarlo.

    ¿Cómo?.

    Ahí. Dijo ella, apoyando su mano sobre el corazón de él.

    Él se estremeció al contacto de su mano y algo despertó en su interior. Algo años atrás apartado y desterrado miserablemente.

    ¿Por que he llegado a convertirme en esto?

    Ella le acarició el rostro, con ternura. Él estaba confuso, avergonzado.

   Ella se volvió, y mientras cerraba la puerta, con una lágrima de esperanza en sus ojo, le dijo. Estaré viendo la televisión como siempre, te esperare.

    Él aún más confundido, se quedó observando la puerta, pero algo, ¿nuevo? había dentro de su corazón, algo largamente olvidado.

    Buscó las llaves en el bolsillo.

    Con mano temblorosa abrió la puerta. En el salón se oía la musiquilla de un anuncio de la televisión. Cerró la puerta con cuidado. Entró en el salón. Ella estaba en el sofá viendo la televisión.

    Con un temblor en la voz él dijo. Buenas noches, siento no haber llamado para decir que llegaba tarde.

    Oh, tranquilo cariño, imagine que estabas con los amigos.

    Se sentó a su lado. ¿Que tal el día?

    Bien, como siempre, ¿y tu?.

    Yo, no se. Se la quedo mirando. ¿Crees que podemos empezar de nuevo?

    Yo si, ¿tu quieres?

    Por favor.

    Se acercó a él. Sus labios se juntaron en beso fugaz.

    Él la abrazó y sobre sus mejillas corrieron lágrimas.

    ¿Cómo puedo pedir perdón?.

    No puedes, lo tendrás que buscar día a día.

    Lo haré el resto de mi vida, te lo juro.

    Ella le miró a los ojos, y sonrió como hacia años que no lo hacía.

   Te creo.

    Se besaron con pasión, como cuando eran unos jóvenes novios.

    Años más tarde, una noche que ambos estaban sentados en la terraza de un bar, observaban con ojos de felicidad, como la oscuridad del suelo era rota con intermitentes destellos de la luna que dos ancianas encinas dejaban pasar a través de sus frondosas ramas.

    Él, cogiéndole de la mano, le preguntó. ¿Por que aguantaste tanto?.

    Ella sonrió y mirándole con sus brillantes ojos le contestó.

    A veces las mujeres somos unas ingenuas que siempre creen que el hombre volverá a ser el de antes. A veces pasa, otras muchas no. En realidad, sois vosotros los que tenéis que querer. Y como diríais vosotros, hay que ser muy hombre para reconocerlo. 



    


domingo, 3 de julio de 2016

PRESENTACIÓN

Somos hijos menores de una biblioteca,  donde unos son una palabra o incluso una coma, otros una o varias frases, otros párrafos enteros, unos pocos capítulos enteros y aún más pocos, libros enteros. Todos juntos formamos esa gran biblioteca.